El gran secreto para tratar con las personas

Una de las primeras personas en el mundo norteamericano de los negocios a la que se le pagó un salario anual de más de un millón de dólares (cuando no había impuesto a los ingresos y una persona que ganaba cincuenta dólares en la semana podía vivir muy bien) fue Charles Schwab. Que trabajó en la industria del acero. ¿Porque Schwab ganaba más de un millón de dólares al año o sea unos 3000 dólares por día? ¿Acaso porque era un genio? No. ¿por qué sabía más que los otros técnicos acerca de la fabricación de acero? Tampoco. El mismo Charles confesó en repetidas ocasiones que trabajaba con hombres que sabían considerablemente más que él     acerca de la fabricación del.acero
Aseguraba que se le pagaba ese sueldo sobre todo por su capacidad para tratar con la gente y en una entrevista que se le preguntó cómo lo hacía con todo su secreto: en sus mismas palabras las cuales deberían ser grabadas en bronce y fijadas en todos los hogares y escuelas, en todas las tiendas y oficinas; palabras que los niños deberían recordar de memoria, en lugar de esforzarse por saber la conjugación de verbos  latinos o los nombres de los ríos y montañas; palabras que transformarán su vida, lector y la mía, por poco que las escuchemos:
“ consideró dijo: que el mayor bien que poseo es mi capacidad para despertar entusiasmo entre los hombres, y que la forma de desarrollar lo mejor que hay en el hombre es por medio del aprecio y el aliento. Nada hay que mate tanto las ambiciones de una persona como las críticas de sus superiores. Yo jamás criticó a nadie. Creo que se debe dar a una persona un incentivo para que trabaje por eso siempre estoy deseoso de ensalzar, pero soy remiso para encontrar defectos. Si algo me gusta, soy caluroso en mi aprobación y generoso en mis elogios.”
Esto es lo que hacía Schwab. Pero, ¿qué hace la persona común? Precisamente lo contrario. Si alguna cosa no le gusta, arma un escándalo; si le gusta, no dice nada.
Algunos lectores están diciendo ahora mismo, al leer estas líneas: “ ¡cosas viejas ¡¡Elogios! ¡adulación! Ya he hecho la prueba. No da resultado, al menos con personas inteligentes”.
Es claro que la adulación no da resultados con la gente que discierne. Es algo hueco, egoísta y poco sincero.
 su empleo debe conducir al fracaso, y así ocurre generalmente. Aunque no faltan personas tan hambrientas, tan sedientas de que se les muestre aprecio, que tragan cualquier cosa, así como un hombre hambriento puede comer hierbas y lombrices.
Si lo que debiéramos hacer fuera sólo emplear la adulación, el mundo entero apreciaría a hacerlo en seguida y todos seríamos peritos en relaciones humanas. Cuando no estamos dedicados a pensar acerca de algún problema específico, solemos pasar el  95 por ciento de nuestro tiempo pensando en nosotros mismos. Pero si dejamos de pensar en nosotros mismos por un rato y comenzamos a pensar en las buenas cualidades del prójimo, no tendremos que recurrir a la adulación, tan barata y tan falsa que se le conoce apenas sale de los labios. De un modo u otro descuidamos elogiar a nuestro hijo o hija cuando trae una buena nota de la escuela, y rara vez alentamos a nuestros hijos cuando logran algo que para ellos es un éxito. Nada les agrada más a los niños que esta especie de interés y aprobación de sus Padres.
En nuestras relaciones interpersonales nunca deberíamos olvidar que todos nuestros interlocutores son seres humanos, y como tales hambrientos de apreciación. Es la ternura legal que disfrutan todas las almas.

Traté de dejar un rastro de pequeñas chispas de gratitud en sus jornadas. Le sorprenderá ver cómo enciende pequeñas llamas de amistad que vuelve a brillar en su próxima visita.
 Tratemos de pensar en las buenas cualidades de la otra persona. Olvidemos entonces la adulación. Demos prueba de una apreciación honrada, sincera, de esas cualidades. Seamos “ calurosos en la aprobación y generosos en el elogio”, y la gente acogerá con cariño nuestras palabras y las atesorará y las repetirá toda una vida, años después de haberlas olvidado nosotros.

Fuente Base de consulta "Dale Carnegie"