![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg6NgYNBxzmfQc2oPHWEL_bWC20UEpcwY59vu9qOEWjhXciXgafTChb4M9MHRSFb4vv3aIM-8avw7Oi1ChtcoSH6WpdJuuXMilnvMYMjU1SiH4B1srzRcNM4gSnmk-nuscmm9HlsxFHrpj/s1600/charles-m-schwab-1.jpg)
Aseguraba que se le pagaba ese sueldo sobre todo por su
capacidad para tratar con la gente y en una entrevista que se le preguntó cómo
lo hacía con todo su secreto: en sus mismas palabras las cuales deberían ser
grabadas en bronce y fijadas en todos los hogares y escuelas, en todas las
tiendas y oficinas; palabras que los niños deberían recordar de memoria, en
lugar de esforzarse por saber la conjugación de verbos latinos o los nombres de
los ríos y montañas; palabras que transformarán su vida, lector y la mía, por
poco que las escuchemos:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIPYceo_eoZxSOcrjMuYkG0O_c1M1wosNfEa54qULe6Fu5gXFJe8yhstr65Wm8CjB6GKtnAvxjK2w1bHMi7UUhQ8aETBxW5DgZBGKMNb2L57YPN6J8yGDlTUYW4cteqUfp_5uDLxqEJViV/s1600/elogio.jpg)
Esto es lo que hacía Schwab. Pero, ¿qué hace la persona
común? Precisamente lo contrario. Si alguna cosa no le gusta, arma un
escándalo; si le gusta, no dice nada.
Algunos lectores están diciendo ahora mismo, al leer estas
líneas: “ ¡cosas viejas ¡¡Elogios! ¡adulación! Ya he hecho la prueba. No da
resultado, al menos con personas inteligentes”.
Es claro que la adulación no da resultados con la gente que
discierne. Es algo hueco, egoísta y poco sincero.
su empleo debe conducir
al fracaso, y así ocurre generalmente. Aunque no faltan personas tan
hambrientas, tan sedientas de que se les muestre aprecio, que tragan
cualquier cosa, así como un hombre hambriento puede comer hierbas y lombrices.
Si lo que debiéramos hacer fuera sólo emplear la adulación,
el mundo entero apreciaría a hacerlo en seguida y todos seríamos peritos en
relaciones humanas. Cuando no estamos dedicados a pensar acerca de algún
problema específico, solemos pasar el 95 por ciento de nuestro tiempo pensando
en nosotros mismos. Pero si dejamos de pensar en nosotros mismos por un rato y
comenzamos a pensar en las buenas cualidades del prójimo, no tendremos que
recurrir a la adulación, tan barata y tan falsa que se le conoce apenas sale
de los labios. De un modo u otro descuidamos elogiar a nuestro hijo o hija
cuando trae una buena nota de la escuela, y rara vez alentamos a nuestros hijos
cuando logran algo que para ellos es un éxito. Nada les agrada más a los niños
que esta especie de interés y aprobación de sus Padres.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr-KJfpI13sb7ww_tDiY5Id5EKMKd9Id-dTWORXPzsamKoglCvrKmu5JLoFK7vAWowt9sb8JnFI2hlwQqAcSs3-9-2XpxLZ-hX0KuNphkkNsbnSpf8pVQbdH-cUeVeETB7LFHUZNuXTyax/s1600/elogio+3.jpg)
Traté de dejar un rastro de pequeñas chispas de gratitud en
sus jornadas. Le sorprenderá ver cómo enciende pequeñas llamas de amistad que
vuelve a brillar en su próxima visita.
Tratemos de pensar en las buenas
cualidades de la otra persona. Olvidemos entonces la adulación. Demos prueba
de una apreciación honrada, sincera, de esas cualidades. Seamos “ calurosos en
la aprobación y generosos en el elogio”, y la gente acogerá con cariño nuestras
palabras y las atesorará y las repetirá toda una vida, años después de
haberlas olvidado nosotros.
Fuente Base de consulta "Dale Carnegie"
Fuente Base de consulta "Dale Carnegie"